miércoles, 12 de junio de 2019

Hogar

Me he dado cuenta de que llevo tres años y medio sin dejar de pensar en ti ni un solo día. Pienso en ti en cada instante, me dejo llevar por los sueños de nuestra vida juntos. No impongo mi tristeza. Porque contigo casi no la tengo.

Voy por la vida apretando los dientes. Yo solo quiero una vida contigo, con los besos justos para sonreír y algún pequeño abrazo (muchas veces ni si quiera para ti). Me agobia la idea de perderte. Me deprime. Sufro a menudo insomnio, pero ahí en el fondo del cerebro, del que no se borra nunca. Vivo con tu olor anclado a mi piel, reacciono con demasiada pena cuando tienes que irte. Me agobia el no poder hacerte cucharilla cuando nos acostamos peleados, por eso paso de enfadarme contigo.

Me enamora tu sonrisa. Por eso me cuesta levantarme por las mañanas sin hacer el pavo para hacerte reír. Me cuesta sonreír si no estás bien, literalmente. De ahí que mi meta sea que no pienses en morirte pronto. Me animas la vida. Veo tu motivación en salir adelante, veo tus avances, veo nuestro futuro. Me da igual la gente. Me da igual si entre ellos no estás tú.

El amor. Te amo por todo, pero por lo malo principalmente. Te amo por respirar. Te amo por cada lágrima. Te amo por amarme. Vivo con la constante sensación de estar al borde de la navaja, de querer besarte, de querer dormir cada noche contigo. Porque duermo demasiado poco. Porque soy capaz de pasar solo cuatro horas al día durmiendo. Porque no puedo parar de pensar en ti.

Mis aficiones, todas ellas, quiero compartirlas contigo. Aquellas que sé que te gustan, en las que centras tu atención y te hacen bailar, sonreír, pensar, gritar. Hace mucho que no las disfrutamos igual. Nos cuesta mucho más, pero por algo yo también he dejado de escribir, que sabes que solo el daño me hacía ponerme sobre líneas. 

Vivo de noche esperando que todo mejore, pero nada lo hace. Tenemos varios problemas, pero los vamos a afrontar juntos. Sé que no va a ser fácil, pero para eso están mis manos, llenas de callos de cortarme para salvarte. 

A veces no tengo motivos, a veces demasiados. Y creeme cuando te digo que estoy bien contigo, ahora, siempre, con cordura y con locura, libre, pero cerca. Porque tú eres mi hogar.