martes, 26 de enero de 2016

Cae la lluvia

Llueven hojas castañas en las frías calles empedradas. Caen en el impoluto río y viajan lejos, lejos de nuestra vista. Llueven besos de nuestros labios bajo un sol de otoño que no calienta. Caen las palabras tanto tiempo silenciadas. Llueven caricias desde mi frente a mi mejilla. Caen eternas sonrisas. Llueve la realidad. Cae tu fantasma sobre mí. Llueven los años. Cae mi mirada al suelo. Llueve mi melancolía.  Cae tu recuerdo que, como sol de otoño, no calienta. Llueve una lágrima de mi corazón hasta tu tumba. Cae el mundo entero con tu eterna ausencia.  

jueves, 21 de enero de 2016

Niebla

A través del resquebrajado ventanal veo la niebla extenderse hasta donde me alcanza la vista. Ahí la vi marcharse, lejos, imparable, con paso firme, a buscar un calor más allá de mis brazos. Bombea ahora tenue mi corazón una sangre helada por mi frágil alma desgarrada. Fantasma del pasado que vuelas buscando libertad en otros labios, vuelve, vuelve siempre a mi lado en esta angosta cama, que me ahogo entre sábanas si no estás aquí, estando tú en otras ajenas. Insomnio, maldito compañero de viaje que me tienes en vela brindándome compañía cuando nadie más lo hace, cabalga raudo, que pueda recordarme tu cabello al suyo cuando se marchó hacia la niebla. Castañean mis dientes, tiemblan mis manos, no de frío, sino de un amor que se me escurre, que me cura, pero que me oscurece, como eclipse sobre el mar. Y no hay olas que quieran mecerme. Ni arrullo que me amanse en las noches largas. Nada. Sólo niebla, cristales rotos y nada más. Ando detrás de ti abrazando espinosas enredaderas. Me da igual cortarme. Me da igual pincharme y desangrarme hasta morir si mi sangre te colma. Que en este espejo roto yo ya no concibo otro reflejo que el tuyo y el mío. Y sólo me veo a mí con mi soledad, desolada soledad, niebla y soledad.

lunes, 4 de enero de 2016

Viento

Miro sus ojos. Destacan en la multitud. Observan, miran cada detalle, pero sin prestar atención a nada. Está distraída con sus propios pensamientos. Encerrada en su propio laberinto. Sonríe a todo el mundo. Realmente parece feliz. Y, entonces, algo para lo que no estoy preparado. Clava sus ojos en los míos. Y dejo de ver una mirada. Ahí sólo hay un brillante sol escondido en espesas nubes. Se esfuerza en iluminarlo todo. Pero no traspasa su grisáceo muro. Es un sol de otoño que no calienta. Parece triste. Siento su vacío. Siento su pesar. Siento el viento en la cara. Me dejo acariciar por él. Por su fría ternura. Por su alicaída sonrisa, que nunca ha sentido un escalofrío en el alma al ser besada. El viento aprieta. Silba en mis oídos. Cierro los ojos. Me araña. Tiene miedo. Miedo de que vuelvan a hacerle daño. No me importa. Me dejo arañar. Me dejo destrozar. El viento gira a mi alrededor. Me envuelve como un tornado. Abro los brazos. Y echo a volar. Subo. Me elevo alto. Más alto que las nubes. Y veo el sol. Su sol. Incandescente. Feliz. Calienta mi corazón como una manta en invierno, en pijama, viendo una película con palomitas.
Seguimos en un abarrotado pub. Aparta su mirada. Vuelve a su mundo. Y todo sigue tan normal como siempre.
Ojalá estuviese ese vendaval aquí ahora.