lunes, 21 de noviembre de 2016

Quiero

Quiero encontrarme gente que camina despacio bajo la lluvia, gente a la que no le importe calarse hasta los huesos por tal de sentir las gotas de agua contra su cara. Quiero coleccionar todas las miradas que hay en el mundo, que enmudezcan las palabras y sólo me hablen sus ojos de su historia, sus miedos y sus pasiones. Quiero ver cuerpos tiritando de frío que luego son reconfortados con un abrazo. Quiero ver ese instante en el que una sonrisa amarga se vuelve sonrisa de complacencia por los besos que vienen y van. Quiero ver pasar por mi cama todos los fetiches del mundo, que me usen, que me amarren, que me liberen, que me amen y después me odien. Sobre todo eso. Quiero sentir tu odio, sentir el calor que desprendes, cómo irradias rabia hacia mi, porque eso significa que llegué a comprenderte y conseguí darte en tu punto débil. Quiero sentir que sientes, qué sientes, sentir que estás vivo, que estás viva. Quiero entrevistar a todos los trastornos de personalidad, dejarme embaucar y cantar al ritmo de las voces de un esquizofrénico.  Quiero que confíes en mi, pero no demasiado. Quiero que me ames. pero no demasiado. 
Quiero probar la taza de café más amarga del mundo y el jalapeño más picante que existe. Quiero que me recuerdes como ese chico callado de palabras sarcásticas que una vez escribió algo que te gustó. Quiero disolverme en mis incógnitas, quiero encontrar respuestas, pero quiero perder el miedo a encontrarlas. Quiero tumbarme en el suelo y pensar, no dejar de pensar nunca, quiero tejer una cómoda alfombra hecha de mis sueños que sea tan fría como mis fracasos. Quiero que olvides la falsa fantasía de la felicidad, que admitas que no existe. Quiero que te abraces a la sensación de desesperación que la falta de felicidad produce. Quiero que, en ese momento, cuentes conmigo; que me cuentes cómo te sientes. Pero que lo sientas de verdad. 
Sólo quiero eso. Sentimientos, positivos, negativos, todos juntos, lo que sea. Quiero que seas sincero. Quiero que seas sincera. 
Dime, ¿qué quieres tú?

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Melancolía

¿Importa realmente lo que vemos a través de una aparchajada ventana? Miro a través de ella y lo que veo acaba causándome una indiferencia abismal, tan abismal como la fuerza de la melancolía que ahoga al resto de emociones. ¿Importa dónde estamos? Da igual si me encuentro en mi confortable cuarto abrazado por mi bata o en medio de la calle siendo azotado por un gélido viento impetuoso, la mueca en mi cara es la misma. La misma indiferente e inamovible mueca de la melancolía, del vacío, de la soledad que sólo proviene de uno mismo, cuando todos te acompañan, pero tú ya te has abandonado. ¿Importan los sentimientos? Es posible llorar sin lágrimas y sin un rostro compungido, igual que es posible sentir el calor del amor en el corazón mientras la melancolía ahoga una media sonrisa en el rostro; es posible  parecer indiferente a pesar de todo.
Y tú, mi fiel escudero, ahí de pie, mirándome torcer sentidos, asfíxiame, maldíceme con mil pecados capitales en una noche oscura, que amanecerá el día y no habrás cambiado nada en mí. Y tú, que intentas ayudarme a alzar el vuelo, márchate, huye, que la nostalgia no se ahoga más que en la melancolía y en el olvido. En la distancia que separa un pensamiento de otro yo tiendo dragones de papel bailando con grullas y cuervos, a ver si ocupan mi mente y me llevan lejos, lejos del insomnio, lejos de todo.
Entiende ahora que da igual lo que vea a través de una aparchajada ventana, que sólo vislumbro mi reflejo, como un templo de corroídos capiteles antaño blancos. Ahí donde habitan entre las sombras los fantasmas más perversos, aquellos de los que no puedo, no quiero huir. Si es este el preludio de la locura, deja que me meza en la apacible tranquilidad antes de que se desate mi tormenta, deja que la melancolía me arrase, deja que la indiferencia me calme.
En la existencia sólo sé desvanecerme. En la inexistencia, sólo sé ser eterno.