viernes, 16 de diciembre de 2016

Maldición

¿Quién quiere asomarse al profundo océano, oscuro, interminable y tenebroso, pudiendo tumbarse a ver las estrellas? Es fácil no pensar si contemplas el infinito del vacío, como si tu mente se esforzarse en expandirse y disolverse en las tinieblas. Quizas solo quieras aprender a desparecer. Quizas solo quieras prender tus sueños como una hoguera, una que crepite al cielo, que arda con la rabia de los deseos que nunca se cumplieron. Aunque, a fin de cuentas, de poco sirve la llama en la palma de tu mano. En el océano, se apaga; en el universo, se asfixia. El infinito nos asfixia. Nosotros nos asfixiamos. Y la rabia da paso a la desesperanza, a la falta de aire, en lo más profundo de las frías aguas, en el último rincón de la galaxia, junto a la última estrella. Esa que ya no calienta, esa que decidió ser invierno. La oscuridad siempre nos hizo sentir solos, pero es cuando más acompañados estamos. Nunca estamos más cerca de nuestros verdaderos ojos, de nuestra auténtica sonrisa vacía, de nuestros monstruos que cuando estamos a oscuras. Notas una mirada en la nuca, dices que es un fantasma, pero es algo peor. Hay un pasado que te carcome, un presente que te lastra y un futuro incierto. Esa es tu maldición. Y jamás te librarás de ella.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Quiero

Quiero encontrarme gente que camina despacio bajo la lluvia, gente a la que no le importe calarse hasta los huesos por tal de sentir las gotas de agua contra su cara. Quiero coleccionar todas las miradas que hay en el mundo, que enmudezcan las palabras y sólo me hablen sus ojos de su historia, sus miedos y sus pasiones. Quiero ver cuerpos tiritando de frío que luego son reconfortados con un abrazo. Quiero ver ese instante en el que una sonrisa amarga se vuelve sonrisa de complacencia por los besos que vienen y van. Quiero ver pasar por mi cama todos los fetiches del mundo, que me usen, que me amarren, que me liberen, que me amen y después me odien. Sobre todo eso. Quiero sentir tu odio, sentir el calor que desprendes, cómo irradias rabia hacia mi, porque eso significa que llegué a comprenderte y conseguí darte en tu punto débil. Quiero sentir que sientes, qué sientes, sentir que estás vivo, que estás viva. Quiero entrevistar a todos los trastornos de personalidad, dejarme embaucar y cantar al ritmo de las voces de un esquizofrénico.  Quiero que confíes en mi, pero no demasiado. Quiero que me ames. pero no demasiado. 
Quiero probar la taza de café más amarga del mundo y el jalapeño más picante que existe. Quiero que me recuerdes como ese chico callado de palabras sarcásticas que una vez escribió algo que te gustó. Quiero disolverme en mis incógnitas, quiero encontrar respuestas, pero quiero perder el miedo a encontrarlas. Quiero tumbarme en el suelo y pensar, no dejar de pensar nunca, quiero tejer una cómoda alfombra hecha de mis sueños que sea tan fría como mis fracasos. Quiero que olvides la falsa fantasía de la felicidad, que admitas que no existe. Quiero que te abraces a la sensación de desesperación que la falta de felicidad produce. Quiero que, en ese momento, cuentes conmigo; que me cuentes cómo te sientes. Pero que lo sientas de verdad. 
Sólo quiero eso. Sentimientos, positivos, negativos, todos juntos, lo que sea. Quiero que seas sincero. Quiero que seas sincera. 
Dime, ¿qué quieres tú?

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Melancolía

¿Importa realmente lo que vemos a través de una aparchajada ventana? Miro a través de ella y lo que veo acaba causándome una indiferencia abismal, tan abismal como la fuerza de la melancolía que ahoga al resto de emociones. ¿Importa dónde estamos? Da igual si me encuentro en mi confortable cuarto abrazado por mi bata o en medio de la calle siendo azotado por un gélido viento impetuoso, la mueca en mi cara es la misma. La misma indiferente e inamovible mueca de la melancolía, del vacío, de la soledad que sólo proviene de uno mismo, cuando todos te acompañan, pero tú ya te has abandonado. ¿Importan los sentimientos? Es posible llorar sin lágrimas y sin un rostro compungido, igual que es posible sentir el calor del amor en el corazón mientras la melancolía ahoga una media sonrisa en el rostro; es posible  parecer indiferente a pesar de todo.
Y tú, mi fiel escudero, ahí de pie, mirándome torcer sentidos, asfíxiame, maldíceme con mil pecados capitales en una noche oscura, que amanecerá el día y no habrás cambiado nada en mí. Y tú, que intentas ayudarme a alzar el vuelo, márchate, huye, que la nostalgia no se ahoga más que en la melancolía y en el olvido. En la distancia que separa un pensamiento de otro yo tiendo dragones de papel bailando con grullas y cuervos, a ver si ocupan mi mente y me llevan lejos, lejos del insomnio, lejos de todo.
Entiende ahora que da igual lo que vea a través de una aparchajada ventana, que sólo vislumbro mi reflejo, como un templo de corroídos capiteles antaño blancos. Ahí donde habitan entre las sombras los fantasmas más perversos, aquellos de los que no puedo, no quiero huir. Si es este el preludio de la locura, deja que me meza en la apacible tranquilidad antes de que se desate mi tormenta, deja que la melancolía me arrase, deja que la indiferencia me calme.
En la existencia sólo sé desvanecerme. En la inexistencia, sólo sé ser eterno.

sábado, 22 de octubre de 2016

Playa

Las olas acariciaban con gentileza la orilla con un cómodo susurro al rozar la arena. Nuestros pasos marcaban un sinuoso camino. Andábamos despacio, andábamos riendo, jugueteando, haciéndonos cosquillas y carantoñas. El sol lucía en todo su esplendor y las gaviotas surcaban el cielo. No había gente en toda la cala. A mí nunca me ha gustado la playa, pero estoy seguro de que una de mis cosas favoritas en la vida era verte ahí, sonriendo mientras tus pies se hundían en la aterciopelada arena. Me contabas historias de tu infancia, de cómo corrías por este mismo sitio de pequeña huyendo de las olas. Los atardeceres en el horizonte reflejados en el mar te fascinaban, como si fuese la mayor fuerza hipnótica que jamás hubieras visto. El olor a salitre y la brisa marina te acompañaron en varios momentos de tu vida, buenos y, en su mayoría, malos. Dibujabas en la arena los nombres de tus pretendientes y los chicos del colegio que más te gustaban. Luego, construías castillos y murallas para que la marea no los borrase. Te daba miedo que, si los nombres desaparecían, ellos desaparecerían también de tu vida. Siempre te ha dado miedo perder a la gente que te importa, pienso. Siempre tratas de protegerlos frente a viento y marea. Por eso me siento cómodo y seguro contigo. Me enseñaste la roca en la que diste tu primer beso bañada bajo las estrellas en una noche sin luna. Me contaste cómo él te rompió el corazón. Me hablaste de tus amigos y vuestras fiestas hasta el amanecer. Y a los que el tiempo ha hecho que dejes atrás. No me atrevo a pronunciar ni una sola palabra en todo el trayecto. Siento que, a poco que dijese, se rompería el encanto del momento. El tiempo tendía a ser injustamente rápido cuando estaba contigo. Antes de que pudiera darme cuenta, los rayos de sol que calentaban nuestra piel empezaron a huir en la lejanía, más allá de donde nuestra vista pudiera alcanzar. Tú tan de atardeceres, yo tan de anocheceres. Tendimos una toalla sobre la arena, que aún irradiaba un cómodo calor que contrastaba con la fresca brisa que la marea traía. Los besos iban y venían, pero yo seguía sin poder decir nada. Me eclipsabas con tu sonrisa, con tu energía, con tus cuentos y tus fantasías. Y, tumbados bajo las estrellas, hice la primera promesa sincera de mi vida.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Disculpa

Pido disculpas al tiempo, porque hace mucho que le llevo pidiendo que pase más despacio para disfrutarte mejor. Pido disculpas al destino por si tenía otros planes para nosotros, porque he decidido estar contigo. Pido disculpas a las caricias que me han dado por no hacerme sentir como las tuyas. Pido disculpas al viento si lo uso como excusa para abrazarla y que entre en calor. Pido disculpas a todos los que me han visto triste y no me ven cuando estoy con ella. Pido disculpa a todos los que me hablan si no son capaces de decirme "cosa guapa" y que arda por dentro. Pido disculpas si no habéis podido ver una sonrisa tímida en la comisura de sus labios cuando acaricio su pelo. Pido disculpas a mi corazón por romperse en mil con cada lágrima que derrama. Pido disculpas a los pensamientos que se me escapan en las largas noches de su ausencia. Pido disculpas a las serendipias del mundo, porque esta la he encontrado yo y nadie más. Pido disculpas a las ascuas que brillan en la oscuridad, porque sólo su antorcha me ilumina. Te pido disculpas por no ser a veces suficiente. Y te doy las gracias por soportarme contra viento y marea.

sábado, 13 de agosto de 2016

Cuéntame

¿Has sentido alguna vez el peso inerte de todas tus acciones cayendo sobre ti? ¿Las has sentido como rocas ancladas en tus extremidades arrastrándose al fondo del mar? ¿Has cerrado alguna vez los ojos y has sentido el vaivén de las olas? ¿Has visto el azul intenso tornarse negro? ¿Han picoteado alguna vez curiosos peces los dedos de tus pies mientras tus pulmones arden? ¿Has perdido la consciencia y te has levantado con un nuevo sol más allá de tu implacable existencia? ¿O te absorbió la oscuridad del infinito abismo en un interminable sueño?
Cuentame, cielo, cuál es tu secreto. Dejame conocerlo. Deja que salga y te haga trizas. Salta de una vez a la locura, que los demonios tienen hambre de tus cuentos tristes y tus miradas ausentes.
¿Has sentido alguna vez un nudo en la garganta? ¿Un nudo que parece una soga que no hace más que apretarse? Sé lo que sientes. Jamás un ahorcado contó un cuento alegre. ¿Quieres escuchar un cuento alegre? Yo no soy ese narrador. Pero tengo cuerda para hacer trampas. ¿Has querido alguna vez gritar y destrozar todo a tu paso como el más iracundo de los huracanes? ¿Has sentido alguna vez esa rabia que nace de la más honda tristeza? ¿Has querido alguna vez escapar de tu mismo cuerpo arrancándote la piel a jirones?
Cuentame ahora cada resquicio de tu alma para poder darte el beso final.

jueves, 4 de agosto de 2016

Confesión

Tengo que confesarte algo. 
Resulta que por muchos kilómetros que nos separen jamás te he sentido lejos. Resulta que desde el primer día que te vi no he dejado de pensar en ti. Resulta que te vi llorar, te vi reír, te vi gemir y me enamoré. Resulta que da igual las cuentas que haga que el resultado siempre será seguir adelante. Resulta que tienes la culpa de hacerme feliz, dando pasos agigantados siempre detrás de mi sonrisa y de mis llantos ahogados. Resulta increíble el haberte encontrado, serendipias que inmarcesibles florecen sin que las haya llamado.
Tengo que confesarte lo inconfesable. Aunque ya lo sabes. 
Resulta que te amo más de lo que jamás amé a nadie. Resulta que cuanto más lo pienso mejor me sabe la idea de una vida contigo, que eres la aventura más fascinante que jamás haya vivido y que, si tiene que acabar, que acabe, pero no hay dolor que ahogue nuestros únicos momentos. Resulta relajante la tinta que te dedico, que ahora escribo de felicidad y no de depresión, que sigue ahí, pero oculta en el lado oscuro de nuestra siempre llena luna. 

miércoles, 20 de julio de 2016

Te quiero

Quiero tu corazón siempre latiendo, latiendo siempre tan fuerte como hasta ahora. Quiero tu alma siempre triste, triste siempre con nuestros breves momentos de paz. Quiero tu mirada siempre curiosa, curiosa siempre arraigada en la mía. Quiero tu sonrisa siempre alicaída, alicaída siempre por tantos pasos en falso. Quiero tus besos siempre sinceros, sinceros siempre hasta que nos quedemos sin aliento. Quiero tu desnudez siempre hermosa, hermosa siempre para el roce de mis dedos. Quiero tus caricias siempre calmantes, calmantes siempre de mi ser de ti sediento. Quiero tu abrazo siempre fuerte, fuerte siempre pese a las inclemencias de la distancia. Quiero tus lágrimas siempre en mi regazo, en mi regazo siempre para conocerte como nadie más lo ha hecho. Quiero una vida siempre contigo, contigo siempre para no perderme lo que es la felicidad. Quiero recuerdos siempre contigo, contigo siempre para navegar juntos por el Estigia con una sonrisa en la cara. 
Te quiero siempre. Y siempre te querré.

viernes, 8 de julio de 2016

Ojalá

Ojalá llegar a una edad en la que merezca la pena mirar atrás.
Ojalá lo que vea merezca la pena.
Ojalá te vea a ti. 
Ojalá consigas arreglar ese juguete roto.
Ojalá te queden fuerzas para seguir intentándolo.
Ojalá sonrías cuando leas esto.
Ojalá perderme en mis pensamientos y desvaríos. 
Ojalá girarme y darme cuenta de que llevas un buen rato observándome.
Ojalá cuando te pregunte que qué pasa me digas que nada.
Ojalá se muera el amor romántico y nosotros sigamos igual porque no nos van esas cosas.
Ojalá ver todas las películas del mundo contigo.
Ojalá un beso. Un abrazo. Una mirada. Un polvo.
Ojalá seguir acariciando tu espalda desnuda para calmarte.
Ojalá pudiera hacerlo ahora.
Ojalá encontrarnos en nuestro sitio junto al río cuando nos perdamos.
Ojalá tú.
Aquí.
Ahora.
Siempre.

jueves, 30 de junio de 2016

Invisible

Como si un fantasma fuese, me acurruco en una esquina y observo. Observo mientras nadie más me observa, como si fuese el motivo de mi existencia. Etéreo la observo. Etéreo y cabizbajo ante mi inexistencia. Parpadean cientos de luces en todo el piso y ninguna me ilumina. Me siento vacío. Frío, pese al calor estival. Sólo puedo mirar al techo y suspirar. Suspiros que se pierden en el eco del silencio. Silencio en una solitaria compañía. 
Miro por la ventana. Soy testigo de lo efímero  de un precioso instante. En un parking desierto, iluminado sólo por luces de neón, una pareja furtiva se encuentra. Se besan en el amparo de su rincón secreto, con la certeza de que están a salvo. Nada les importa. Cada beso es sincero, se lo arrancan del alma. Luego se despiden. Y ninguno mira atrás.
Invisible los he visto. Invisible he vuelto a mi realidad. Invisible me siento. Invisible vuelvo al pasado. A mis pensamientos. Invisible me agobio. Consciente de que nada de lo que haga importa porque sólo sé meter la pata. 
Invisible soy. Y siempre lo seré.

jueves, 16 de junio de 2016

Insomio

Cuenta el insomnio un cuento amargo. Cuenta las horas sin parar, implacable, delirante. Sueña el insomnio sueños desconocidos, lejanos, cubiertos de polvo y óxido. Se marchitan las estrelladas noches con un tictac implacable que resuena con estruendo en la habitación. Ilumina la luna llena por la ventana una cansada figura en una chirriante silla con un lápiz en la mano y una página con demasiados tachones en ella.
Cuenta el insomnio que le gustan los cuentos que le cuento. Susurra tenue y tenebroso a mi oído que no piensa dejarme nunca. Y, conforme el miedo crece en mi corazón, la ignorancia de la fresca mañana se aleja. No se apartan los fantasmas de mi alma. No descansan bajo mi cama. No callan las velas ni las sombras que arrojan a la desconchada pared. Sombras son los pensamientos de mi mente. Sombras de pasado. Sombras y nada más.
Cuenta el insomnio un largo segundo. Se agita mi respiración ante la desesperación de mi insignificancia. Pesan los párpados. Pesa la nostalgia. Pesa el pasado como una losa. Pesan las palabras hirientes de alguien cercano. Pesas tú.
Tengo demasiado tú en tan poco yo.
Cuenta el insomnio que en breves trinará el ruiseñor en la repisa de mi ventana. El alba me saluda.
Me levanto cansado. Hasta mañana.

sábado, 11 de junio de 2016

Aun ella

Sigue ella calmando todo mi ser extenuando. Sigue caminando por los insondables pasillos de mi ser. Sigue acostada en mi regazo tras el muro. Siguen sanándome sus caricias en mi imperturbable rostro. Sigue aquí conmigo camuflada entre distintos olores. Pero todos huelen a ella. Besa ella, no mis labios, si no mi alma desnuda con su desnuda y descarada mirada. Nacen, como enredaderas por la pared, los abrazos, las palabras mudas y los sentimientos aletargados. Infierno, ya puedes llevarme. Porque te he conocido en cada sueño en que la perdía. para siempre. Pero ella dice que es para nunca. Aletearán las azules mariposas por el campo mientras paseamos por nuestra vida pintada en naranja y azul, con lluvia y sol, con un arco iris interminable. No morirán las tardes de domingo acurrucados en el sofá. Serán inmarcesibles nuestras tonterías, nuestras risas, nuestras lágrimas. 
Y yo al fin lo entiendo. Entiendo que por mucho frío que tenga, me espera tu abrazo desnudo para darme calor. Entiendo tu amor. Y tu entiendes el mio. Entiendo que no hay locura ni demencia en amarte como te amo, como me amas. Que sigo queriéndote libre, pero cerca. Muy cerca. Ahora sé que serás tú la que, siempre que esté triste, cantará para mí una nana. Y, cuando nos encontremos cruzando juntos el río Estigia, siempre, siempre, amor mío, recordaremos esa noche que, junto al Júcar, con una cascada tronando, nos besamos e hicimos historia en la vida del otro. 

miércoles, 1 de junio de 2016

Oscuridad

Quiso agarrarse a algo, pero en la oscuridad que le rodeaba solo asió el vacío. Miró en todas las direcciones, pero no podía verse ni a si mismo. Y tuvo mucho miedo. Su mente, presa de oscuras divagaciones le indujo en un estado deplorable, no sabía ni quería saber si seguía siendo el mismo. No podía juzgarlo ni por su sombra que, cobardemente, le abandonó en esa negrura. Dio un paso. O creyó darlo, porque realmente no percibió avance alguno. Se echó al suelo y empezó a gimotear muy patéticamente. Y ahí se quedó, con la certeza de la más absoluta soledad y con la convicción de que iba a quedarse ahí hecho un nudo. Para siempre.
Y empezó a llover...

jueves, 5 de mayo de 2016

Al final de todo

Bailan ascuas en tilitantes velas rojas al son de un vals lejano. Cantan canciones de pasado. De nostalgia. De  viento, tormenta y tormento. Las abrazo para sentir su frío calor hasta quemarme las yemas de los dedos. Ardo. Ardo y arderé siempre por ella. Enciendo una antorcha para iluminar los pasillos de nuestro castillo de naipes. Para iluminar mi miedo. Miedo de pasado hecho presente. Miedo, a pesar de todo. Me enjaulo y tiro la llave, me privo de todo para que a ella no le falte de nada. Para que ella sea libre. Para que vuele. Y, si el destino le desagrada, siempre tiene sitio en mi infierno. Sabe el camino. Sabe saltar el muro. Sabe corretear con mis demonios y cantar sus melodías. Largas noches de eterno insomnio para que mis terrores y sus fantasías anden de la mano por un valle ignoto. Abrazos y caricias para placar sus lágrimas.
Miedo y felicidad, al final de todo.

viernes, 25 de marzo de 2016

Sueño

Abro la puerta de mi dormitorio, pero no me recibe el pasillo de siempre. Tardan mis ojos en acostumbrarse a la claridad. Una interminable llanura blanca se extiende delante de mi. Doy un paso y la nieve cruje bajo mi peso. No veo cielo. No veo nubes. No veo horizonte. Todo es una infinita extensión nívea. He estado aquí antes. Muchas veces. El piano suena, eterno, con su lenta melodía. Conozco cada rincón de este sueño. No oigo mi suspiro, pero siento mis pulmones llenarse de un helado aire. No oigo mi exhalación, pero siento como parte de mi corazón va en la nube de vaho que desprendo. Empiezo a andar. Debería estar en alguna parte. Esta vez, algo debería ser diferente. Ella debería estar aquí. Quizás esté escondida en las páginas de otro libro. Quizás hoy no quiera que la encuentre. Quizás este vuelva a ser sólo otro cuento en blanco.
Empiezo a buscar.
Se me entumecen los pies por el frío. No puedo dar más de dos pasos sin caerme. Esto no funciona. Intento volar. A veces funciona. Pero esta vez sólo me elevo unos centímetros. Como espectro perdido de negra figura, floto por cada lugar, buscándola. Pero no la encuentro. No la encuentro. Me desplomo. Siento el frío de la nieve en cada centímetro de mi cuerpo. No la encuentro. Nada cambia. Intento volver, pero me he desorientado. No encuentro el camino. Mis huellas han desaparecido. Me pierdo en mi propio sueño. 
¿No es irónico?
Sin saber el camino, da igual la dirección que tomes. Así que vuelvo a caminar. Tirito. Mis dientes castañean. Nunca antes había hecho tanto frío aquí. Y, de repente, algo toma toda mi atención. Casi imperceptible, veo en el suelo un tímido pétalo de cerezo. Lo tomo entre mis manos. Está caliente. Lo acurruco contra mi pecho. Y empiezo a sentirme un poco mejor. Las notas de piano han cambiado. Ya no suenan tan tristes. Sigo andando. A los pocos pasos, otro pétalo. Y otro. Y otro.
Cuando quiero darme cuenta, la blancura del sueño ya no se debe a la nieve. Estoy inmerso en un mar de pétalos que bailan con el viento. Veo a lo lejos un pequeño árbol. Me acerco. El cerezo del que nacen estas bellezas bailarinas.Todo ha cambiado. Siento su calor. Ella está aquí. En alguna parte. Pero no quiere ser vista. Quiero verla. Pero es libre como el viento. y ha decidido volar un rato sin mi.
Me despierto de un sobresalto. Me calzo las pantuflas y me pongo mi bata. Abro la puerta de mi dormitorio. El infierno de siempre sigue aquí, como cada día. Miro por la ventana. Las copas de los árboles se mecen. Quizás hoy no sea un día como todos, supongo.

martes, 15 de marzo de 2016

Nada

Nada fluye por un corazón abandonado. Nada se dibuja en una sonrisa vacía. Nada mece un viento manso. Nada queda aquí más que una larga noche oscura. Nada duele más que unas palabras indicadas. Nada duele más que su silencio. Nada duele más que saber que no soy yo quien la hace sonreír, que es su pasado en quien piensa y no en mi. Nada viaja por mi cabeza más que la idea de que la quiero libre y cerca, pero está lejos.
Nada más que un humo lejano, como de incienso sustituye tu recuerdo. Nada más me queda que eso. Nada más que tu recuerdo. Nada.

martes, 23 de febrero de 2016

"Poema"

Una puesta de sol
en su mirada perdida,
alzándose liviana,
recordando una caída,
a un lugar oscuro,
un corazón que se marchita.
Una puesta de sol,
unas alas batidas,
hacia un calor perdido,
hacia una mirada tardía,
un abrazo eterno,
una sonrisa vacía.
Una puesta de sol
en su pelo enredada,
al borde del acantilado,
ahí aguarda
poder volar de un salto
tras una vida amarrada.

sábado, 20 de febrero de 2016

¿Y qué?

¿Y qué si me quedo embobado con su mirada?
¿Y qué si poco más me importa que hacer que sonría?
¿Y qué si cada día que pasa estoy más seguro?
¿Y qué si me da igual helarme de frío para que ella esté cómoda?
¿Y qué si me gusta verla hacer lo más mundanal?
¿Y qué si nos ponemos a bailar desnudos después de un polvo?
¿Y qué si me hace feliz?
¿Y qué si soy feliz?

lunes, 1 de febrero de 2016

Ella

Calma ella todo mi ser extenuado. Cuida de mí como un manto sanador, con ternura cuando hay que ser tiernos, con ceños fruncidos si lo necesito. Un beso en la frente es todo lo que necesito para saber que me quiere. Un abrazo. Una sonrisa. Y nada más. Me quiere. Libre, pero cerca. Un beso en los labios es todo lo que necesito para saber que me ama. Me siento como un pequeño guijarro en medio de la montaña, diminuto, cuando, con sus brazos y su aroma, me envuelve hasta la más deliciosa ensoñación. 
Ella, que ha visto mi fuego y ha decidido arder conmigo. Ella, que aplaca mi vendaval. Ella que, como el otoño, siempre vuelve a mi. Ella, que me hace cosquillas para que la abrace y la deje en paz. Ella, que recibe el desayuno en la cama cuando se lo llevo como el mayor regalo jamás hecho. Ella, que hace que deje de escribir de frío y escriba de calor. Siempre es ella. 
Hace que mi corazón vuelva a latir fuerte. ¿Por qué? Por todo. Hace que vuelva a sonreír por todo. Porque ha aparecido. Porque es real. Porque sé que no me equivoco esta vez. Porque ella lo sabe también. Ella. Sólo ella. 

martes, 26 de enero de 2016

Cae la lluvia

Llueven hojas castañas en las frías calles empedradas. Caen en el impoluto río y viajan lejos, lejos de nuestra vista. Llueven besos de nuestros labios bajo un sol de otoño que no calienta. Caen las palabras tanto tiempo silenciadas. Llueven caricias desde mi frente a mi mejilla. Caen eternas sonrisas. Llueve la realidad. Cae tu fantasma sobre mí. Llueven los años. Cae mi mirada al suelo. Llueve mi melancolía.  Cae tu recuerdo que, como sol de otoño, no calienta. Llueve una lágrima de mi corazón hasta tu tumba. Cae el mundo entero con tu eterna ausencia.  

jueves, 21 de enero de 2016

Niebla

A través del resquebrajado ventanal veo la niebla extenderse hasta donde me alcanza la vista. Ahí la vi marcharse, lejos, imparable, con paso firme, a buscar un calor más allá de mis brazos. Bombea ahora tenue mi corazón una sangre helada por mi frágil alma desgarrada. Fantasma del pasado que vuelas buscando libertad en otros labios, vuelve, vuelve siempre a mi lado en esta angosta cama, que me ahogo entre sábanas si no estás aquí, estando tú en otras ajenas. Insomnio, maldito compañero de viaje que me tienes en vela brindándome compañía cuando nadie más lo hace, cabalga raudo, que pueda recordarme tu cabello al suyo cuando se marchó hacia la niebla. Castañean mis dientes, tiemblan mis manos, no de frío, sino de un amor que se me escurre, que me cura, pero que me oscurece, como eclipse sobre el mar. Y no hay olas que quieran mecerme. Ni arrullo que me amanse en las noches largas. Nada. Sólo niebla, cristales rotos y nada más. Ando detrás de ti abrazando espinosas enredaderas. Me da igual cortarme. Me da igual pincharme y desangrarme hasta morir si mi sangre te colma. Que en este espejo roto yo ya no concibo otro reflejo que el tuyo y el mío. Y sólo me veo a mí con mi soledad, desolada soledad, niebla y soledad.

lunes, 4 de enero de 2016

Viento

Miro sus ojos. Destacan en la multitud. Observan, miran cada detalle, pero sin prestar atención a nada. Está distraída con sus propios pensamientos. Encerrada en su propio laberinto. Sonríe a todo el mundo. Realmente parece feliz. Y, entonces, algo para lo que no estoy preparado. Clava sus ojos en los míos. Y dejo de ver una mirada. Ahí sólo hay un brillante sol escondido en espesas nubes. Se esfuerza en iluminarlo todo. Pero no traspasa su grisáceo muro. Es un sol de otoño que no calienta. Parece triste. Siento su vacío. Siento su pesar. Siento el viento en la cara. Me dejo acariciar por él. Por su fría ternura. Por su alicaída sonrisa, que nunca ha sentido un escalofrío en el alma al ser besada. El viento aprieta. Silba en mis oídos. Cierro los ojos. Me araña. Tiene miedo. Miedo de que vuelvan a hacerle daño. No me importa. Me dejo arañar. Me dejo destrozar. El viento gira a mi alrededor. Me envuelve como un tornado. Abro los brazos. Y echo a volar. Subo. Me elevo alto. Más alto que las nubes. Y veo el sol. Su sol. Incandescente. Feliz. Calienta mi corazón como una manta en invierno, en pijama, viendo una película con palomitas.
Seguimos en un abarrotado pub. Aparta su mirada. Vuelve a su mundo. Y todo sigue tan normal como siempre.
Ojalá estuviese ese vendaval aquí ahora.