La peor parte de la soledad es el silencio. El no poder escuchar cómo te ríes de mis tonterías. No escuchar tus problemas. No escuchar el latido de tu corazón cuando me recuesto sobre tu pecho. El silencio de escuchar el ruido de la vida de los vecinos. El silencio de un pasillo largo en el que no resuenan tus pasos descalzos. El silencio de un televisor apagado. ¿Para qué encenderlo, si no puedo comentar contigo esos programas extraños que nos gustan? Parece que el tiempo se congela cada vez que te subes a ese puto autobús. Te veo en cada rincón de este sitio raro que hemos conquistado, que hemos hecho nuestro, que huele a nosotros. Te veo, pero no te oigo. No oigo cómo te quejas porque te toca hacer la cena. Ni cuando te toca bajar a comprar porque es que siempre me toca a mi, no es verdad, eres un mentiroso, tú si que eres una mentirosa. No oigo cómo te ríes de mi cada vez que me peleo con la impresora. Nada. Solo silencio. Ni si quiera las gotas de lluvia contra la ventana acallan al silencio que siento. Un silencio que me vuelve hueco, que me vacía de alma, de ser. Me miro al espejo y no me reconozco, no hay brillo detrás de mi mirada. Me falta tu voz. Me falta tu presencia. Me faltas llenando el silencio de estas "cuatro" paredes mientras mi imaginación y mis recuerdos me juegan una mala pasada.
