lunes, 4 de enero de 2016

Viento

Miro sus ojos. Destacan en la multitud. Observan, miran cada detalle, pero sin prestar atención a nada. Está distraída con sus propios pensamientos. Encerrada en su propio laberinto. Sonríe a todo el mundo. Realmente parece feliz. Y, entonces, algo para lo que no estoy preparado. Clava sus ojos en los míos. Y dejo de ver una mirada. Ahí sólo hay un brillante sol escondido en espesas nubes. Se esfuerza en iluminarlo todo. Pero no traspasa su grisáceo muro. Es un sol de otoño que no calienta. Parece triste. Siento su vacío. Siento su pesar. Siento el viento en la cara. Me dejo acariciar por él. Por su fría ternura. Por su alicaída sonrisa, que nunca ha sentido un escalofrío en el alma al ser besada. El viento aprieta. Silba en mis oídos. Cierro los ojos. Me araña. Tiene miedo. Miedo de que vuelvan a hacerle daño. No me importa. Me dejo arañar. Me dejo destrozar. El viento gira a mi alrededor. Me envuelve como un tornado. Abro los brazos. Y echo a volar. Subo. Me elevo alto. Más alto que las nubes. Y veo el sol. Su sol. Incandescente. Feliz. Calienta mi corazón como una manta en invierno, en pijama, viendo una película con palomitas.
Seguimos en un abarrotado pub. Aparta su mirada. Vuelve a su mundo. Y todo sigue tan normal como siempre.
Ojalá estuviese ese vendaval aquí ahora.

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