miércoles, 9 de noviembre de 2016

Melancolía

¿Importa realmente lo que vemos a través de una aparchajada ventana? Miro a través de ella y lo que veo acaba causándome una indiferencia abismal, tan abismal como la fuerza de la melancolía que ahoga al resto de emociones. ¿Importa dónde estamos? Da igual si me encuentro en mi confortable cuarto abrazado por mi bata o en medio de la calle siendo azotado por un gélido viento impetuoso, la mueca en mi cara es la misma. La misma indiferente e inamovible mueca de la melancolía, del vacío, de la soledad que sólo proviene de uno mismo, cuando todos te acompañan, pero tú ya te has abandonado. ¿Importan los sentimientos? Es posible llorar sin lágrimas y sin un rostro compungido, igual que es posible sentir el calor del amor en el corazón mientras la melancolía ahoga una media sonrisa en el rostro; es posible  parecer indiferente a pesar de todo.
Y tú, mi fiel escudero, ahí de pie, mirándome torcer sentidos, asfíxiame, maldíceme con mil pecados capitales en una noche oscura, que amanecerá el día y no habrás cambiado nada en mí. Y tú, que intentas ayudarme a alzar el vuelo, márchate, huye, que la nostalgia no se ahoga más que en la melancolía y en el olvido. En la distancia que separa un pensamiento de otro yo tiendo dragones de papel bailando con grullas y cuervos, a ver si ocupan mi mente y me llevan lejos, lejos del insomnio, lejos de todo.
Entiende ahora que da igual lo que vea a través de una aparchajada ventana, que sólo vislumbro mi reflejo, como un templo de corroídos capiteles antaño blancos. Ahí donde habitan entre las sombras los fantasmas más perversos, aquellos de los que no puedo, no quiero huir. Si es este el preludio de la locura, deja que me meza en la apacible tranquilidad antes de que se desate mi tormenta, deja que la melancolía me arrase, deja que la indiferencia me calme.
En la existencia sólo sé desvanecerme. En la inexistencia, sólo sé ser eterno.

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