jueves, 30 de junio de 2016

Invisible

Como si un fantasma fuese, me acurruco en una esquina y observo. Observo mientras nadie más me observa, como si fuese el motivo de mi existencia. Etéreo la observo. Etéreo y cabizbajo ante mi inexistencia. Parpadean cientos de luces en todo el piso y ninguna me ilumina. Me siento vacío. Frío, pese al calor estival. Sólo puedo mirar al techo y suspirar. Suspiros que se pierden en el eco del silencio. Silencio en una solitaria compañía. 
Miro por la ventana. Soy testigo de lo efímero  de un precioso instante. En un parking desierto, iluminado sólo por luces de neón, una pareja furtiva se encuentra. Se besan en el amparo de su rincón secreto, con la certeza de que están a salvo. Nada les importa. Cada beso es sincero, se lo arrancan del alma. Luego se despiden. Y ninguno mira atrás.
Invisible los he visto. Invisible he vuelto a mi realidad. Invisible me siento. Invisible vuelvo al pasado. A mis pensamientos. Invisible me agobio. Consciente de que nada de lo que haga importa porque sólo sé meter la pata. 
Invisible soy. Y siempre lo seré.

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